Excelente escrito por el docente Darío Fernández. El mundo entero debería estar llorando. Y lamentablemente no sucede. Compartimos la reflexión…
Las vacaciones de invierno están llegando a su fin.
Mañana, otra vez, volverá al pueblo la rutina de llevar a los chicos a la escuela.
Volverán los pasos apurados por las veredas, los saludos con mochilas al hombro, los delantales blancos cruzando la plaza como pequeñas banderas de paz.
Y en medio de esa escena tan nuestra, tan simple y cotidiana, me vino este pensamiento que ya no puedo callar.
Me piden que sea imparcial.
Que entienda las dos campanas, que escuche los contextos, que me lave las manos.
Pero yo vi las fotos.
Vi cuerpos chicos, envueltos en sábanas.
Vi edificios que antes eran hogares y ahora son polvo.
Vi a una madre escarbando con las uñas la tumba de su hijo.
Y no hay imparcialidad posible cuando se asesina a un niño.
No hay religión, ni bandera, ni Dios que pueda justificar eso.
No quiero jugar a la guerra.
No me interesa el tablero ni las piezas.
No me hablen de estrategia, ni de daños colaterales.
Que juegue quien quiera jugar.
Pero que ponga su cuerpo, su casa, sus hijos, sus sueños en la apuesta.
No el de otros.
No los cuerpos de los que no eligen.
No las casas de los que solo quieren vivir.
No los sueños de los niños que recién empezaban a inventar el mundo.
Me piden que sea imparcial, que sea ecuánime, que no me deje llevar.
Pero hay momentos en que el silencio es complicidad.
Y yo no quiero ser cómplice.
Antes de justificar una guerra, pensá en la plaza de tu ciudad, la que conocés desde siempre, donde jugás con tus hijos, o tus nietos.
Pensá en la escuela donde aprendieron a escribir su nombre, en la esquina donde te saludan por tu nombre.
Ahora imaginala bajo las bombas.
Imaginala sin techos, con escombros, con niños que ya no vuelven.
¿Seguirías creyendo que hay algo justo en eso?
Si todavía hay dudas, te pido —no con rabia, sino con el corazón abierto— que pongas tu voz del lado de la infancia.
Del lado de la vida.
Porque ningún niño en ningún rincón del mundo debería tener miedo de que su vida le sea arrebatada en nombre de ningún Dios.
Foto ilustrativa con la IA. Escrito por Darío Fernández.