Luego de que la empresa familiar cayera en un caos de deudas, conflictos y desorganización, las dos mujeres fundaron su propia prestadora de servicios y no paran de crecer.
Aunque proviene de una familia de productores agropecuarios y pasó su infancia en el campo, Belén Scarella no tenía pensado dedicarse a ninguna tarea rural. Después de estudiar Administración de Empresas en la Universidad de Buenos Aires, partió a España donde vivió ocho años. Nunca imaginó el devenir de su vida a sus 44 años.
«De chicos, a los 12 o 13, mis hermanos y yo aprendimos a manejar el tractor pisando el silo bunker, desparramábamos el maíz que se descargaba con horquillas y después los pisábamos. Mi papá estaba al frente del establecimiento familiar y mi mamá estaba más en los números», recuerda Belén.
Las cosas cambiaron en 1990, cuando su padre tuvo que vender las vacas del tambo y poco después sus tierras, luego de sufrir grandes inundaciones. Sin campo y con cinco hijos que mantener, decidió comprar una máquina picadora de arrastre y comenzó a prestar servicios a terceros. Esa pequeña empresa fue creciendo, en 1995 sumó una máquina más moderna, autopropulsada y unos años después se incorporaron al equipo de trabajo dos de los cuatro hermanos de Belén. Las cosas parecían enderezarse. Belén se fue a estudiar Administración de Empresas en Buenos Aires y cuando finalizó, decidió mudarse a España donde vivió desde 2003 a 2012. «Allá trabajé como camarera entre otras cosas. Mas tarde se dio la oportunidad de comprar una casa que se alquilaba para turismo, una vida totalmente alejada de lo que vivía mi familia acá», repasa.
Pero en el año 2009 su padre enfermó gravemente y Belén regresó a Argentina para poder compartir tiempo con él. Luego de su fallecimiento, en 2012, la empresa no estaba en su mejor momento económico por lo que Belén se instaló definitivamente en América para ayudar en la gestión administrativa. En 2014 y 2017, dos de sus hermanos pidieron su parte y se abrieron de la firma familiar. Allí, sin conocimiento alguno de las tareas rurales, Belén decidió ponerse al frente, junto a su madre.
«En 2009 a mi papá le detectan cáncer de próstata, por lo que durante los veranos de 2010 y 2011 me instalaba en Argentina para ayudar a mi mamá. En 2012 cuando él fallece, decidí quedarme en Argentina», cuenta.
La empresa no tenía definida las funciones y responsabilidades de cada puesto, lo que generó varios problemas. Así las cosas, en 2014 uno de sus hermanos se desvinculó, y tres años después lo hizo el otro.
A partir de allí, Belén y Liliana, su mamá, fundaron Silajes América y comenzó una nueva etapa, inesperada y sorprendente para ella. «Arrancamos totalmente solas, con tres máquinas de las cuales tuvimos que vender una para solventar todo el lío que teníamos. Mi mamá siempre fue muy luchadora junto a mi viejo. Pero imaginate que yo no sabía nada, éramos competencia de mis hermanos que también tienen picadoras, ellos tenían el contacto con los clientes y manejaban la parte comercial», repasa. Sin embargo, ella sabía que sus conocimientos en administración eran valiosos y necesarios.
«Una de las falencias era la parte comercial, la cartera de clientes que conocíamos era la que manejaban nuestros hermanos, así que con mamá decidimos instalarnos en una zona totalmente alejada a nuestro lugar de origen para asi no competir con nuestra familia», dice.
Un equipo de oro
Apenas arrancaron con la empresa, las dos mujeres contrataron a un ingeniero agrónomo que acompañaba a Liliana a captar nuevos clientes. «Mi mamá siempre fue idónea, tenía años de experiencia en el rubro, y capacidad de negociar condiciones comerciales». recuerda Belén. «Logramos armar un muy buen equipo de trabajo, es la base de toda empresa, porque esto no lo logra una persona sola”, remarca.
Belén se ocupa de la administración de la empresa. Ella está en el detrás de escena. «Me conoce más un proveedor que un productor. Pero le doy la autoridad suficiente a mi empleado como para iniciar el trato con el cliente, negociar el precio y el plazo. Yo confío totalmente en ellos. Son la cara visible, son los que nos representan», manifiesta.
Para ella es «sumamente importante que estén motivados, que se comprometan, que se sientan valorados, que se sientan parte, hacerlos partícipes de las ganancias. Si nos va bien, nos va bien a todos. Hay que tener buen trato con las personas, transmitir valores, ser claros, directos y cumplirles», afirma. «Nuestra política es no rotar personal. Tengo un equipo que vale oro», dice orgullosa.
Belén asegura que todavía no pueden creer la evolución que tuvieron. «Estamos sorprendidas de que estemos tan bien, de que pudimos, no solo recomponer la situación, sino llegar a comprar más maquinaria, tener nuevos clientes, de que nos llamen por recomendación», destaca.
Transcurridos pocos años, las dos mujeres sanearon las cuentas, consolidaron y agrandaron su empresa, y hasta comenzaron nuevos proyectos industriales. «Por algo pasan las cosas, capaz que tenía que estar al lado de mi vieja. Yo no aspiraba a esto, no era la persona más indicada, pero no podía no hacer nada por la empresa de mi papá. Atravesamos todas las tormentas. Miro para atrás y pienso que alguien me iluminó desde arriba para poder hacerlo», concluye Belén.
